El sol se habia puesto ya en las cercanias al bosque de Shain, siempre le dijeron que andar a esas
horas por alli era una locura digna de un necio pero aquella vez no habia mas remedio. Habia salido
bien preparado con todo lo que su madre le habia dado antes de marchar pero aun era un chiquillo, aun
poseia aquel temor que sienten los niños hacia la soledad.
Era un joven muy apuesto, de cabello negro y tez tostada. Su cuerpo, musculado gracias al trabajo en
el campo se dejaba ver entre los arapos que lo tapaban. En Tares, su pueblo, ya habia mantenido
varias relaciones furtivas con las muchachas que alli vivian. Pero ahora se encontraba alli solo.
Hizo un ademán de parar, pero, sacudiendose la cabeza, respiro hondo y decidió seguir adelante. Le
esperaban peligros y aventuras pero no podia detenerse ahora, debia mantener la cabeza bien alta,
habia llegado el momento de convertirse en un hombre.
Mientras estaba absorto en sus pensamientos oyó un ruido entre los matorrales, detras suyo. No se
giró bruscamente sinó que miró de reojo, sabia donde habia sido movimiento. Se dió cuenta de que un
destello fulguraba entre la oscuridad. Siguió caminando, como si nada pasase y aunque sus piernas
temblaban como nunca, hizo el corazón fuerte y andó disimulado.
El acechante cometió su primer error, una ramita crujió detras de Samuel, ya lo tenia, si simplemente
daba un salto podria caer sobre el y reducirlo. Al hacerlo, oyó un agudo grito nada masculino. Sin
saber porque, Samuel detuvo su ataque, quizás un sexto sentido le dijo que no siguiese.
Miró a la figura agazapada y la impresión fué tal que tuvo que dejarse caer al sentir que las piernas
no aguantarian su peso. Era la muchacha mas bella que jamas habia visto o soñado, era más hermosa que
las elfas que habia visto en toda su vida. Su cabello era negro azabache y entre sus sinuosos
mechones se entrelazaban finas hebras doradas. Sus ojos eran como dos mares, miraban atemorizados a
Samuel haciendole caer sobre su hechizo.Su hermoso vestido dejaba entrever una sinuosa figura que
afloraba entre las telas sedosas de su ropaje. Sus senos, turgetes como los de una ninfa, sobresalian
vibrantes en los limites del escote. No podia dejar de mirar sus ojos y sentia como le atraian hacia
ella. Se dejo llevar,la deseaba y sintio el deseo de ella. La acogió entre sus brazos sintiendo su
calor, sintiendo como se estremecia debajo de él.
Samuel recorria las curvas de la muchacha extasiado, abrio un poco el vestido por la zona del escote
y dejo salir a uno de sus pechos, dejando ver un rosado pezón deseoso de ser besado. Acercó su humeda
boca y lo envolvio con su legua, el cuerpo de la ninfa se estremeció a la vez que emitia pequeños
gemidos de placer. Samuel abrió del todo su vestido, dejado a la vista el caliente cuerpo de la
muchacha. Sabia que ella le deseaba, necesitaba que él la poseyese, pero deseaba hacerla sufrir un
poco mas.
Fué descendiendo poco a poco, besando su vietre, acercandose a su entrepierna de donde emanaba un
calor que excitaba locamente a Samuel. Acercó sus labios hasta besarla, lamio sus fluidos,le excitaba
en mesura lo mojada que estaba. La sentia gemir y respirar muy velozmente. Sentia que el pantalon
estaba a punto de estallar y cogio la mano de la docella y la poso donde él deseaba, ella le miro
burlona. Desizo el nudo que ataba su pantalon y cogio entre sus manos el gran miembro de Samuel. Lo
acercó su boca y lamió con su lengua el capullo palpitante. Samuel se dejo caer en la hierba mientras
ella se lo introducia en la boca y jugaba con él mientras lo miraba con aquellos embrujados ojos.
Samuel sentia el placer por todo su cuerpo y cuando creia que no iba a poder aguantar mas, la
muchacha paro, le miro con aquellos ojos que aun ahora le hechizaban y le susurro:
-Penetreme caballero, le necesito-
Samuel la levanto y la acosto en la hierba, se estiró sobre ella y la penetro con fuerza. Ella gimió
ahora con esa mezcla de dolor y placer que tanto enloquece y juntos se envolvieron en un remolino de
sexo y jadeos.
Sentia como los labios se apretaban en torno a su pene, ya no pensaba en nada mas, su cuerpo, sus
pechos, besaba toda su figura mietras ella se deshacia bajo su cuerpo.
Samuel no podia mas, sentia que de un momento a otro se correria, queria hacerlo. Cuando, ella
explosionó, todo su cuerpo se arqueó y él sintió como sus contracciones recorrian su bello cuerpo
femenino. Augmeto su voracidad, penetrandola con mas fuerza y dejo que ella disfrutase hasta que él
no pudo mas y se mezclo también en ese orgasmo que los unió en un solo cuerpo.
Cuando, el fuego se convirtio en brasas, cayeron tendidos uno al lado del otro, jadeando aun,
sintiendo el calor que desprendian sus cuerpos.
continuará...
viernes, 4 de diciembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Y ara un en català, sobre una flor típica de Catalunya...
- LA GINESTA
- La ginesta altre vegada,
- la ginesta amb tanta olor,
- és la meva enamorada
- que ve al temps de la calor.
- Per a fer-li una abraçada
- he pujat dalt del serrat:
- de la primera besada
- m'ha deixat tot perfumat.
- Feia un vent que enarborava,
- feia un sol molt resplendent:
- la ginesta es regirava
- furiosa al sol rient.
- Jo la prenc per la cintura:
- la tisora va en renou
- desflorant tanta hermosura
- fins que el cor me n'ha dit prou.
- Amb un vimet que creixia
- innocent a vora seu
- he lligat la dolça aimia
- ben estreta en un pom breu.
- Quan l'he tinguda lligada
- m'he girat de cara al mar...
- M'he girat al mar de cara,
- que brillava com cristall;
- he aixecat el pom enlaire
- i he arrencat a córrer avall.
- Josep Maria Sagarra
Poema que me leian cuando era una enana...
La niña que se va al mar
¡Que blanca lleva la falda
la niña que se va al mar!
¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!
¡Que blancas tus manos, niña,
que te vas sin suspirar!
¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!
¡Que blanco tu corazón
y que blanco tu mirar!
¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!
Rafael Alberti
Para empezar una serie de preciosos poemas....
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda
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